Cierto es que hay quienes genéticamente tienen una mayor predisposición para volverse adictos a una sustancia, aunque no existe como tal un patrón de personalidad que beneficie alguna adicción.
Independientemente de lo anterior, hay causas por las cuales los jóvenes consumen drogas, factores de riesgo que de ser detectados a tiempo pueden darnos una clara idea de quiénes pueden estar más próximos no sólo a probar alguna sustancia adictiva, sino a efectivamente volverse dependiente de ella.
La ausencia de límites es una de esas causas. Cuando un joven no tiene ningún límite establecido por sus padres o tutores, como por ejemplo la hora de llegada a casa, es más propenso a convertirse en un consumidor problemático, es decir en una persona adicta.
La baja tolerancia a la frustración es otra importante causa. Aunque el ser intolerante y rebelde es una característica propia de la adolescencia, si se trata de una conducta recurrente y excesiva sin duda es un factor que podría ser el detonante necesario.
Otra señal de alerta es cuando los jóvenes muestran complicaciones para ser asertivos, es decir, para expresar sus convicciones de manera que resulte clara y defender sus derechos sin alterarse ni ofender a quienes no opinan igual que ellos.
De igual forma, cuando un adolescente convive de manera frecuente con una persona adicta el riesgo es mayor que cuando no lo hace. Si se cuenta con un familiar, un amigo o una pareja que es adicta a alguna droga (legal o ilegal), es más probable que el joven sienta esa curiosidad por probarla para ver “qué se siente”.
Al final del día, son muy variadas las causas por las cuáles los jóvenes consumen drogas. Desde factores individuales como familiares, sociales e incluso culturales.
Claro, tampoco podemos dejar de lado el factor “curiosidad” y la introversión, es decir, cuando el menor es alguien tímido. No obstante, aunque este par de factores pueden estar asociados al consumo de drogas, no es correcto que sean tomadas como las únicas causas por las cuales los jóvenes consumen drogas, pues siempre hay “algo más”, señales a las que siempre deben estar atentos los padres.